Lo bueno es que pase tres meses adentro de cuatro paredes intentando salvar mi vida, hice amigos buenos, y los malos los deje de lado; me di cuenta de que sólo unos pocos estuvieron ahí, para bancarme en mi peor momento.
Lo malo es que un día como hoy a las 10 de la mañana me enteraba de la noticia más triste de mi vida: había fallecido mi abuelo Tato. Sólo tenia 13 años y sentí un abandono enorme. ¿Qué hubiese sido de un día como hoy si él estuviese? ¿Qué hubiese sido de un día como hoy si lo tenía a mi lado, sentados en la vereda, diciéndome: Porota, anda a comprarme un jarabe?
A veces cuando se va un ser querido, nos enojamos, lloramos, puteamos y hasta nos queremos morir con ellos. Pero... NO! Yo no, decidí ponerme fuerte para mi gente, para mis sobrinas, hermanos, y papás. Aunque esté enojada a veces porque se fue sin despedirme, lo recuerdo mucho y me llena de alegría haberlo tenido como abuelo.
Y con respecto a mi internación, aprendí a valorar a mi gente, a las cosas que tengo y que me rodean. Soy una agradecida de estar hoy donde estoy, porque de todas las experiencias y errores, aprendí a no bajar los brazos.
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